20 de mayo del año del señor de 1701, había vivido lleno de placeres mundanos, por
los que pronto tendría que pagar, las campanas del Templo de los franciscanos anunciarían
su final, el vulgo se había mal acostumbrado a las celebraciones con motivo del recuerdo de
su natalicio, así fue durante 50 años.
Lograría engañarlos a todos. Lograría engañarse a el, negaría que la fecha llegaría, lo
convenido en el trato era demasiado. Rodearon su propiedad, querían meter sus ojos tras las ventanas de su Casa, para averiguar lo que ocurriría, para darse cuenta de la treta, que
provoco la molestia y el retiro de mas de alguno por la plaza mayor. Serenas se
encontraban las calles, cuando un estruendo los hizo llamar, para observar su casa
convertida en un infierno, dentro de la propiedad su hermana pedía a gritos una explicación
que nunca se le pudo dar. Entonces, todo seria oscuridad. Cuando volvió en sí, se
encontraba pegado en el techo, con la piel hirviendo, lo vio entrar... su consuelo que se
convertiría en un tormento, el padre Marmolejo vertería sobre el, unas palabras, un canto,
un exorcismo, entonces provoco su muerte.
El vulgo entro a la morada que por años había causado incertidumbre, desde la llegada de
aquel hombre a esta ciudad, cincuenta años atrás. Un hombre que causaba confusión en su
trato, aquel que violo las normas de la vida cotidiana del Querétaro virreinal para
convertirse en un cruel Usurero, que de forma oculta cobraría altos réditos por los
prestamos realizados, aumentando el temor entre el pueblo y la impotencia de no divulgar
nada de los exorbitantes tratos con este hombre, por temor a ser descubiertos y castigados.
Su vida en la ciudad de Querétaro debió ser tranquila, llena de lujos y placeres mundanos.
Su fama había aumentaba año con año durante el medio siglo que camino por las calles
queretanas y habito sobre la calle antigua de posadas, que hace esquina con la calle que
durante años llevaría su nombre “Callejón de Don Bartolo”. Cada año con pretexto de
celebrar su natalicio, reunía al pueblo queretano en su morada para celebrar con ellos un
año de vida transcurrido, era en ese lugar y en esa fecha que se le podía ver a la hermana
rondar por la casa, mientras las viandas eran servidas y el vino se vertía sobre las copas de
los asistentes, la celebración terminaba abruptamente con un brindis peculiar, que durante
los años venideros causaría confusión y misterio entre los asistentes, aquel hombre se
colocaba entre el pie y descanso de la escalera de su casa, levantaba un copa sobre su mano, mientras captaba la atención de los asistentes, ante el silencio de un próximo anuncio,habría su boca y desde lo mas profundo de sus entrañabas anunciaba un secreto a medias,“Brindo por la señora de esta casa, que es mis hermana, brindo por mi anima y por el día 20 de mayo de 1701, salud”.
Era una fecha lejana, ¿quién vivía por aquel tiempo, mas de 50 años?, seria imposible que
un hombre de entrada edad, pudiera llagar a la fecha por la que tanto brindaba. Pero la
incertidumbre solo se quedaba en eso, nadie se atrevía a cuestionar, burlarse o contradecir
las palabras del Don Bartolo “el Segoviano”.
Transcurrieron 50 años y entonces aquel cruel usurero estaba t en su alcoba, calcinado, al
igual que una mujer, de la que se presume sería el cadáver de su hermana, de la cual lo
único que se pudo notar fue el gesto de horror impreso en su rosto. Entonces el secreto fue
develado en su totalidad, los curiosos y temerosos deudores que acudieron a dar fe de lo
ocurrido encontraron entre los restos, un pergamino negro con tinta blanca, un contrato que
refería:
“Yo, Bartolomé Sardanetta y Legaspi, entregare mi alma a Satanás por una vida de 50 años
de riqueza, honor y placer, el plazo expira el 20 de mayo de 1701"
Hoy la Casona de Don Bartolo, ocupa ser las instalaciones de la secretaria de la educación
del Estado de Querétaro.
Alejandro Hernández
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